Un documental que se estrena estos días presenta la minifalda como un avance en los derechos de la mujer. Además, coincidiendo con el comienzo del uso de la píldora anticonceptiva, fue ya «la imagen de la revolución juvenil», dice TVE.
Curiosamente esos «avances para las mujeres» coinciden con los deseos de la mayoría de los hombres: ver a mujeres más sexys, mucha pierna y bragas. Y encima follar sin condón, que quienes se comen las depresiones, el cáncer y otros efectos secundarios son ellas. Toda una revolución para las mujeres, cuyo mayor deseo ya sabemos que es complacer a los hombres, y esto les ayuda a cumplirlo. Bendita «revolución juvenil».
Pero el hijab es muy opresivo y machista, aunque muchísimas mujeres quieran llevarlo por decisión propia y sin presión social; como ocurre con muchas mujeres en España, que no es que vivan precisamente en una sociedad que les presiona para llevarlo sino todo lo contrario. Eso que algunos llaman «mujer sumisa» porque quiere llevar hijab es justo una mujer que tiene que ser fuerte para plantar cara (o sobrellevar como pueda) a una discriminación, humillación y paternalismo extremo. Y ya si hablamos del niqab pues ni te cuento…
Estas mujeres se tienen que enfrentar a acoso callejero, acoso en las redes, insultos, agresiones, discursos de odio, misoginia, islamofobia… ¡y les llaman sumisas! Las «liberadas» son las que, en una sociedad que valora a las mujeres principalmente por lo atractivas o sexys que les resulten a los hombres, deciden libremente y sin presión, porque les sale del corazón por una cuestión biológica, ponerse minifalda. Y ya si encima toma la píldora pues vamos, el paraíso de una feminista ya.
Ver a gente aquí criticar culturas o países en los que es común que las mujeres usen hijab, diciendo que las mujeres viven oprimidas (mientras no dicen nada de que sea muy común en algunos sitios las barbas, turbantes, chilabas y otros atuendos masculinos que cubren partes de su cuerpo), da un poco la risa viniendo de personas que viven en una sociedad en la que para venderte un coche te ponen a una tía joven, delgada, vestida de manera «provocativa» o te anuncian helados con la imagen de una tía que, a todas luces, parece simular una felación. Eso en esos países «tan opresivos con las mujeres» no ocurre. Ocurren otras cosas, sí, pero es que el machismo se expresa de forma diferente en diferentes culturas. Y un atuendo común en sitios donde el Sol pega a lo bestia no puede ser un top y una minifalda, porque te chamuscas. Si tanto hombres como mujeres se cubren bien en esos sitios no es porque sean masocas ni tontås. Tontå en cualquier caso es quien se espatarra al Sol aquí en pleno verano al mediodía sabiendo que eso de saludable no tiene nada. Pero en realidad no, tontå no, cada una hace lo que quiere, pero mis atuendos en verano se parecen más a los de una mujer con hijab que a las de una con bikini. Y estas cosas de carácter práctico a menudo se acaban convirtiendo en elemento propio de una cultura a lo largo de los siglos y al que se le atribuyen ya más cosas que su utilidad práctica.
¿Que hay sitios como Irán, Afganistán o Arabia Saudí donde se obliga a las mujeres a vestir de determinada manera? Pues claro. Y claro que eso es censurable. Pero el hijab no tiene nada que ver con eso, no es una señal de imposición. La mayoría de las mujeres musulmanas en el mundo que lo llevan quieren llevarlo.
También resulta gracioso ver a esås paternalistas machistas islamófobås hablar del machismo que supone que una mujer lleve hijab y su marido no, cuando vivimos en una sociedad en la que los hombres pueden ir con el torso descubierto y las mujeres no. En muchos sitios por ley y en el resto porque el contexto social hace que te estés exponiendo a sufrir agresiones de muchos tipos, incluida la violación… por parte de muchos de esos que claman «libertad para las mujeres» al ver un hijab. Y que tengas que llevar tacones o maquillaje o minifalda en muchos trabajos, que un presentador pueda ser gordo, viejo y calvo pero que una presentadora tenga que ser (o aparentar) joven, delgada y «sexy» pues oye… me parece que como sociedad no estamos como para dar lecciones a nadie sobre qué decide ponerse o no.
