Hoy hace 35 años que el estado español dejó morir a 21 personas y que 45 resultaran heridas en un atentado perpetrado por ETA en un Hipercor.
Es evidente que esa gente no habría muerto si ETA no hubiese colocado una bomba en el aparcamiento del hipermercado. Pero es igual de evidente que si la policía recibe varias llamadas advirtiendo de la colocación de una bomba, incluso indicando la hora de la detonación, y no ordena el desalojo del lugar es que no sólo ETA es responsable de esta tragedia.
Esto ocurrió también, además de en varias otras ocasiones, en el atentado de la T4 en 2006, en el que la policía dejó que estallara la furgoneta bomba (que mató a 2 personas) a pesar de que ETA advirtió insistentemente de la colocación del explosivo, dando detalles exactos del lugar donde el vehículo estaba aparcado, su matrícula, color, etc.
Al estado español siempre le ha interesado desacreditar al movimiento independentista de izquierdas vasco. Y qué mejor manera que dejando que unos terroristas independentistas vascos maten a civiles. El movimiento abertzale se comió (y se sigue comiendo) el estigma de «etarra» y «terrorista» sólo porque algunos de sus simpatizantes formaban parte de ETA, a pesar de que la mayoría de ese movimiento exigía el fin de la violencia por ambos bandos.
Los defensores del reino de España han repetido hasta la saciedad eso de «la única vía posible es la parlamentaria», condenando la existencia de ETA… pero a su vez impidiendo la formación de partidos políticos independentistas de izquierda en Euskadi. En los 80 se ilegalizó Herri Batasuna, el brazo político de ETA, de la noche a la mañana, deteniendo y encarcelando a sus miembros sin previo aviso. Desde entonces se fue ilegalizando todo nuevo partido que la izquierda abertzale formaba, haciendo imposible esa «vía parlamentaria» que tanto se exigía.
El atentado de la T4 le vino especialmente bien a los españolistas en un contexto en el que la izquierda abertzale estaba ganando fuerza gracias al debilitamiento de ETA y la existente «tregua» (unilateral, porque el estado español seguía deteniendo, dispersando y torturando a etarras). Eso le permitió ilegalizar a Batasuna (no confundir con Herri Batasuna), el partido abertzale existente por entonces, y encarcelar a gente como Otegi, portavoz de ese partido, a pesar de que se mostró claramente molesto, indignado y preocupado por ese torpe y brutal atentado de ETA y el fin del alto el fuego.
Ahora seguimos viendo, tras la desaparición de ETA ya hace años, que se tilda a Bildu, un partido pacifista y que fue clave para terminar con ETA, de «filoetarra» y que no se le permite decir ni hacer nada sin ser acusado de ser «amigo de los terroristas». Se hace a menudo alusión a cosas como que Otegi hubiese sido etarra hace muchos años. Pero resulta hipócrita ver no sólo cómo se acepta sin problema la presencia de miembros del gobierno de Franco en partidos como el PP sino también que se aplauda a alguien como Nelson Mandela, que pasó mucho tiempo en la cárcel por formar parte de un grupo terrorista. Es como si te acusan de comer carne toda tu vida aunque sólo lo hicieras hasta los 15 años y después te dedicases a trabajar para terminar con el consumo de productos animales.
Esto nos debe recordar que nuestras acciones han de ser meticulosamente calculadas y que el uso de la violencia contra un enemigo más fuerte que tú es contraproducente para tu causa (y cuando se usa contra la población civil es una brutalidad inaceptable), ya que este usará esa baza para estigmatizar a todo un movimiento y generar aversión popular hacia él.
Gracias a la izquierda abertzale por haber terminado con ETA y actuar con cordura, madurez, inteligencia y humildad para conseguir la paz y un avance hacia una sociedad socialista, feminista, ecologista e igualitaria.
