El 11 de marzo de hace 18 años murieron 193 personas en un atentado causado por Aznar y quienes apoyaron la invasión de Irak. Muchås lo vieron claro: vas a meter las narices donde no te llaman (bueno, tu jefe, Bush, te llama, que allí hay petróleo), metes a tu país en una guerra y a la gente de allí la dejas sin familia, sin casa o viviendo en la miseria y en una guerra civil interminable… Y a veces alguna de esa gente se acaba mosqueando («radicalizando» le llaman a veces) y dice «no vamos a ser nosotros los únicos civiles muertos aquí». Y te plantan una bomba en Atocha, en Boston o en Londres. ¿Qué esperabas? A esås ciudadanås españolås inocentes lås mató Aznar. Habrá quien diga que no todås eran inocentes, ya que muchås lo habrían votado y defendido la invasión de Irak. Pero yo creo que un pueblo al que engañan no es culpable sino víctima.
Ahora estamos en las mismas. En vez de intentar frenar una guerra la alimentamos mandando armas, aplicando sanciones, apoyando a EEUU en su expansión imperialista… y llamando imperialista sólo a quien reacciona ante ese intento de expansión y de arrinconar a su enemigo comercial.
Y, una vez más, ¿quién lo paga? El pueblo. Lo paga el pueblo ucraniano, al que le mandamos armas para que Zelenski obligue a los varones a seguir luchando y sin poder escapar del país, no vaya a ser que se rindan antes de morir todos luchando, y favoreciendo el negocio de la industria armamentística, por los intereses económicos de sus dirigentes, que viven en EEUU en realidad. Y lo paga el pueblo ruso, empobrecido por sanciones. Y el pueblo europeo, que verá descender en picado su nivel de vida, ya bastante tocado por la pandemia.
No será Borrell, ni Pedro Sánchez, ni Biden, ni Putin, ni Zelenski quienes reciban consejos de «apretarse el cinturón» (yo se lo apretaba de buen grado, pero no en la cintura), de bajar la calefacción o de usar menos el coche.
La pobreza mata. No hace falta que te bombardeen. Hay personas que viven en el infierno por no tener una buena atención en salud mental. Muchas son medicadas hasta las orejas por no tener atención de psicología mínimamente decente en la seguridad social, con medicaciones que no sólo hacen que las farmacéuticas se forren sino que te causan muchos problemas de salud y reducen mucho tu esperanza de vida. Muchas se suicidan. Igual que se suicida gente por ser desahuciada y no poder pagar su alquiler (lo cual implica que ha estado malviviendo). Igual que sufre muchas enfermedades y muere mucha gente por tener una mala alimentación, no poder pagarse una atención médica de calidad (dentistas, fisioterapeutas, psicólogos, etc.) o a tiempo (que te tienen en lista de espera y tu salud se deteriora, tu sufrimiento a veces es extremo… porque pasta para comprar y regalar armas tenemos pero para curar a nuestros ciudadanos parece que no), por enfermedades relacionadas con el frío, la mala calidad de la vivienda, etc.
De media, una persona pobre en España vive unos 10 años menos que una rica. Y esa población rica no va a ver su longevidad afectada por las consecuencias de esta guerra, las sanciones a Rusia y la subida de precios. Va a ser la de los pobres la que disminuya.
La miseria que va a sufrir mucha gente pobre va a ser nuestro nuevo 11-M. Pero como no va a ser así, de un hostiazo de un día, y no tan visible como un vagón hecho añicos y lleno de sangre, pues seguiremos creyendo que la pobreza y sus consecuencias es «lo que toca» por culpa de Rusia. Si ni con el 11-M la gente aprendió de lo que supone meterse en conflictos armados (invadiendo, suministrando armas o apoyando al invasor) pues de esto qué vamos a esperar. Algo mucho más sutil y de lo que no se va a poder negar la existencia de «armas de destrucción masiva» (porque el ejército ruso lo es, como vemos), así que esta cuela todavía mejor.
Sigamos siendo necios mientras nos suben los precios.
andressolo 