Les prestan poca atención y tiempo a los niños y los «educan» a base de disciplina. Pero luego se sorprenden de «lo malos que son los niños de ahora» y buscan maneras de reprimirlos.
Nos educan en una sociedad misógina y machista pero cuando una mujer muere a consecuencia de la violencia machista lo que hacemos es salir a la calle a decir «no más asesinatos machistas». Esas manifestaciones deben ir dirigidas a lo que causa el problema, no a empezar la casa por el tejado, que lo que hace es que no avancemos.
Marginamos, despreciamos, empobrecemos y machacamos a drogadictos y luego nos quejamos de que ALGUNOS pierdan empatía social y te roben sin miramientos. Dedicamos más tiempo a despotricar contra ellos que a exigir la legalización de todas las drogas, lo cual solucionaría esos problemas.
Tratamos como basura a los presos pero nos sorprende que cuando salen de la cárcel muchos reincidan o incluso delincan más (o salgan siendo heroinómanos).
Tenemos encerrado a un perro el 90% del tiempo en un piso y un día se desquicia y muerde a alguien. Lo que hacemos es ejecutarlo por «peligroso».
Damos una medicación excesiva a esquizofrénicos (y nada de atención psicológica) que los convierte en zombies, algo que no es vida, pero nos quejamos cuando dejan la medicación (oye, que quieren vivir! Pero qué se han creído!) y a veces generan algún problema.
Comemos carne y lácteos con frecuencia y luego nos sorprende que «nos venga» un cáncer o un ataque al corazón.
Votamos partidos de derechas y luego nos quejamos de que los ricos nos roban.
Esa lección de causa-efecto no acaba de aprenderla esta sociedad. Mejor buscar culpables fáciles que soluciones, porque las soluciones requieren algo más que un mero despotrique.