El intentar hacer las cosas de forma consciente, o pensar sobre las cosas de forma consciente, dirigiendo los pensamientos, nos impide profundizar y percibir sin prejuicios.
Nuestras ideas sobre lo que es «real», qué somos, cómo somos, nuestras vivencias previas, miedos, prejuicios… y el pensar de forma consciente nos distraen del pensamiento que se daría si no lo estuviésemos forzando o dirigiendo.
Lo mismo pasa con divertirse. Si en situaciones en las que puedes divertirte haces esfuerzos por divertirte, una parte de la diversión se pierde por estar pensando en cómo divertirte más. Vivimos obsesionados con la razón, y la razón sólo es una forma más de percibir las cosas, ni mejor ni peor que otras. Para algunas cosas es útil y para otras es un impedimento.