El otro día leía el artículo de una tipa de esas que te muestra explícitamente las normas a seguir si eres un hombre feminista, que, una vez más, se podía resumir en «cállate la boca, que no se te vea mucho y agacha la cabeza». No es la primera vez que leo algo así.
Luego se lanzada a atacar eso de que se difunda el mensaje «Not All Men» («no todos los hombres»), que reivindica que no se meta en el mismo saco a todo humano que tenga una polla colgando, porque a menudo hay que tragarse generalizaciones teniendo que aceptar que te llamen machista por no ser mujer, con el riesgo de que te llamen machirulo si no acatas la orden.
Esta tía comparaba esto con lo de que algunos vengan con lo de «All Lives Matter» (todas las vidas importan) justo cuando la gente negra, harta de ser acribillada por policías en EEUU, lanza su campaña «Black Lives Matter» (la vida de los negros importa). Demagogia barata.
Decir «no todos los hombres somos machistas opresores» no es lo mismo que irrumpir con «y los hombres qué, eh?» cuando se lanzan campañas contra los feminicidios. En este segundo caso el grupo que no es víctima de la violencia de género en el 99% de los casos (rara vez una mujer mata a un hombre por ser misándrica y hembrista) pretende llamar la atención sobre algo que prácticamente no existe (con un victimismo y cinismo tremendo). En el caso de «no todos los hombres somos violadores/machistas/misóginos, no me culpes a mí, que yo no tengo nada que ver con eso», es QUIEN ESTÁ SIENDO ACUSADO INJUSTAMENTE quien se defiende de esa acusación. Será el equivalente a «Not All Whites» (no todos los blancos) si en EEUU se culpase a todos los blancos de ser racistas y asesinos de negros.
No es un análisis muy complicado, pero a algunas les interesa más justificar su discurso misándrico y hembrista que entender cosas que igual le obligaban a bajar del pedestal que se han montado en el coño.