Cuando alguna gente habla del trastorno bipolar no tiene ni idea de lo que está hablando y estigmatiza a un grupo de personas y pintándolas como algo que no son, basándose en prejuicios. Ser «bipolar» (hay quien no acepta esta etiqueta, yo la acepto porque ayuda a entender qué me pasa y a buscar la medicación apropiada) no es cambiar de opinión constantemente y querer a Pedro y de repente odiarlo y pegarle, ser de izquierdas por la tarde y de derechas al levantarte por la mañana, ser un baboso de noche y feminista al mediodía. Ser bipolar no es cambiar de opinión. Ser bipolar es tener altibajos anímicos muy acentuados y por causas difícilmente identificables muchas veces (otras veces lo que ocurre es que una pequeña cosa te genera un malestar exagerado e incontrolable).
Hay gente bipolar que tiene más tendencia a la depresión, otra a la euforia, otra a ponerse muy tensa y confundida, otra tiene ciclos muy rápidos, otra tiene ciclos de meses, otra tiene ambos… Es también común que se den casos de comorbidad, que significa que tienes varios “trastornos” a la vez, como trastorno obsesivo compulsivo, trastornos de la personalidad, paranoia, pesadillas, etc.
Pero una persona bipolar no es más propensa a ser agresiva, por ejemplo, lo es tanto como una persona no-bipolar. El ser bipolar no es lo que te define como persona, es un rasgo más tuyo, como tiene todo el mundo, y cada bipolar es tan diferente de otros como cada mujer lo es de otras, aunque el ser mujer a menudo implique tener ciertos rasgos comunes (como alteraciones anímicas debidas a la menstruación). Y siendo bipolar tengo ese problema, sí. Pero no tengo muchos otros que la mayoría de la gente sí tiene. Yo no necesito tener el apoyo de otras personas para pensar lo que pienso y decir lo que pienso. No necesito comprar y comprar para lucir mis adquisiciones y ganar status así. No me paso 8 horas al día currando toda mi vida (y a veces otras 2 de desplazamiento) para conseguir eso (y no me refiero a la gente que lo hace por necesidad). Ni dependo de la opinión de mi vecino sobre mi ropa o casa. Ni me preocupa que alguien que tiene una relación amorosa conmigo se enrolle con otras personas o tenga otras relaciones con quien quiera si es más feliz así (porque la quiero y eso significa querer que la otra persona sea feliz, no tuya). Ni tantas otras cosas que son trastornos o enfermedades mentales muy comunes en esta sociedad. Tan comunes que dejan de ser consideradas trastornos para convertirse en «lo normal», aunque sean fuente de sufrimiento extremo para millones de personas.
En cierto tipo de bipolares se pueden dar períodos de euforia, que es justo lo opuesto a la depresión. En vez de no ser capaz de disfrutar con nada eres capaz de verle la belleza y lo bueno a todo. En vez de estar solo y apagado te relacionas con gente (aunque a veces estás tan bien que prescindes de relacionarte porque no lo necesitas) y disfrutas mucho el contacto con otras personas, hablas más, tienes más chispa (por encontrarte bien), te gusta más la música, te parece que la gente que conoces es superguay aunque la conozcas poco (y en otro estado igual te parecería una imbécil), te enamoras con facilidad, eres extremadamente generoso, tanto ideas de otra gente como tuyas propias te pueden parecer genialidades… Y al estar más tiempo contigo mismo que con otra gente a veces empiezas a ver demasiadas genialidades en tu pensamiento. Y el tema es complicado porque una cosa es cierta: cuando te encuentras mejor funcionas mejor, eres más productivo te expresas mejor, tienes más gracia y elocuencia, se te ocurren mejores ideas… por eso el ver la línea divisoria entre “qué buenas ideas” y “soy la hostia” a veces es fina. Eso hace que alguna gente tenga delirios de grandeza y se crea superinteligente, o alguien indispensable para el bien del mundo, o un gran maestro, o incluso dios. Aunque también se dan delirios de grandeza de forma aparentemente más orgánica que psicológica, o sea, no siempre es algo que tú desarrolles hilando ideas por encontrarte muy bien sino que «te sale de dentro». Y de ahí pueden generarse ideas que «racionalicen» ese sentimiento y le den una explicación «lógica». Por eso cada uno le da la que se adapta más a sus creencias o ideología.
En 1998 tuve un brote de euforia en el que me creí que tenía una posibilidad de error de un 5% y un 95% de acierto. Y eso me convertiría por alguna extraña razón en una de las 5 personas más inteligentes de mundo. Me puse a escribir cosas sobre seres superiores e inferiores, que los superiores eran quienes entendían sus deberes morales y los inferiores eran quienes hacían daño al resto, que los superiores tenían como misión el exterminar a los inferiores… 65 páginas sin pies ni cabeza. Estuve así semanas o más. Cuando uno no duerme, o duerme muy poco, es más propenso a entrar en períodos de euforia, y a menudo se pasan cuando duermes más. Aunque hay casos y casos, claro. Yo he tenido más picos de euforia desde entonces (en mí son poco comunes) pero como lo he racionalizado tanto y tengo experiencia previa casi no me afectan de forma negativa, no dejo que ciertos sentimientos condicionen tanto mis ideas porque me conozco bien el tema e identifico las sensaciones. Hay gente que no es capaz de hacer esto, claro, bien por ser menos autoconscientes o bien por tener un problema de ese tipo más grave que yo. Pero a menudo le pongo freno a la tristeza o un inicio de depresión por medio de forzarme a dormir menos de 4 horas. Normalmente duermo 4-5 horas y así evito estar más triste y tener más ansiedad, pero sin entrar en euforia o similares.
Pero los “picos altos” no siempre son de euforia. A menudo todo lo contrario. Yo tiendo más a estar supertenso, obsesionado, preocupado, angustiadísimo, muy confundido, paranoico, sobrepasado por la situación, desesperado… casi peor que la depresión, la verdad, porque es de una intensidad tal que parece que te revienta la cabeza.
No se conoce del todo la causa exacta o el mecanismo pero parece que se debe a una falta de estabilidad en ciertos elementos o procesos en el cerebro por causas de origen genético que todavía no se entienden muy bien. Algunos no se medican nunca, o llega un momento en que consiguen vivir medianamente bien sin medicación, o la medicación les causa tantos efectos secundarios que no les compensa. Muchos somos tratados con antiepilépticos o anticonvulsivos, que suelen funcionar como estabilizadores del ánimo. A mí me funciona bastante bien, ya no me deprimo gravemente durante 6-8 meses al año desde los 29 (que empecé a medicarme) y no noto efectos secundarios (que los tendrá pero no voy a seguir viviendo en el infierno, que la vida pasa). Para lo que no parece servirme es para controlar la tristeza extrema en días puntuales. Por lo visto la lamotrigina puede causar problemas de calcio en los huesos. Y supongo que muchas otras cosas que irán descubriendo según vayamos padeciéndolas (todos los medicamentos son seguros hasta que los pacientes demuestran lo contrario). Otra gente es tratada con medicaciones como el litio, que tiene bastantes efectos secundarios muy notables. Yo creo que la medicación hay que mantenerla al mínimo, pero a veces es necesaria para vivir sin que sea sólo sobrevivir. También tomo ansiolíticos (benzodiacepinas) porque tengo una ansiedad DE LA HOSTIA todos los días y casi todo el tiempo. Eso sí me da sueño y me hace olvidar o recordar mal cosas que vivo bajo sus efectos (amnesia anterógrada, se llama). Una mierda, no puedo ver pelis ni leer cosas largas o ir en el bus sin dormirme. Pero es mejor que vivir desquiciado, de mala hostia constante, con fobia social, paranoia y una angustia insoportable. Que incluso con medicación me pasa eso, pero en menor grado o frecuencia. También aumentan el riesgo de riesgo de padecer Alzeheimer en más de un 50%, y viendo cómo tengo el tarro a día de hoy (cada vez noto más el deterioro de la memoria y la dificultad para acceder a palabras al hablar) parece que voy de cabeza hacia ahí.
Yo no voy llamando enfermo mental a nadie. Porque, una de dos, o aquí tod@s lo somos o, si no, nadie lo es. Pero el estigma os lo metéis donde os quepa. Y antes de prejuzgar o hablar a la ligera entérate de qué es eso de lo que hablas, que puedes estar haciendo mucho daño. No es que no se pueda bromear con el tema, yo mismo bromeo mucho con él. Pero no olvidemos tampoco la diferencia entre broma y burla, ni confundamos desconocimiento con ignorancia (hablar sin saber).
No pido un trato en palmitas ni compasión ni pena, pido un trato igualitario y comprensión. Yo, aunque los pueda ver como trastornos (si es que nos ponemos a hablar en esos términos), entiendo tu necesidad de ir sin manchas en la camisa por ahí porque tienes un problema de necesidad de aceptación social, entiendo que por la educación recibida sufras celos, que tu finalidad en la vida es tener un cochazo y pasarte tu tiempo currando a saco para eso… Bueno, siento que tengas unos problemas tan graves que condicionan tanto tu vida (más que mis problemas a mí la mía), pero te trataré con normalidad, a pesar de tu problema. Pues lo mismo conmigo. Simplemente yo tendré en cuenta que no soportas ir con una mancha en la camisa y si te presto una será sin mancha. Porque respetar y tratar con normalidad a alguien no es olvidarse de su problema, sino que es saber sus limitaciones y tenerlas en cuenta. Y NO MÁS. O sea, si ves que de repente me pongo muy triste y hablo poco no pienses que estoy enfadado, es que me ha dado un bajón brutal. Y puedes preguntar que no pasa nada. Pero no necesito que me montes un circo por eso ni que te cortes de decirme cosas por si me entristezco. Sólo que entiendas qué le puede pasar a esa persona.
No necesitamos paternalismo ni compasión, necesitamos respeto, que deje de haber gente que te teme o trata diferente por ser bipolar, que le dice a su amiga que mejor no quede contigo porque que eres bipolar (¡y a ver qué te hace ese!), que te tome como alguien que es un veletas, que te diga “tú no eres bipolar” porque se imagina a un tipo con lengua bífida, que se considere que es un psiquiatra quien ha de decidir sobre ti, qué has de hacer o tomar o si te han de ingresar…
Un bipolar es como tú, pero quizás con un ánimo menos estable. Y tú eres como él, pero con todos tus problemas. Y normalmente él te acepta a ti con tus problemas sin estigmatizarte, pero al revés no es tan común.