El maltrato infantil no son sólo los gritos, insultos, humillaciones, golpes, castigos, chantaje emocional, etc. Hay un tipo de maltrato del que ningún niño ni niña se libra en nuestra sociedad: el cole.
No hay que ser un experto pediatra ni biólogo ni antropólogo para saber que gran parte, por no decir la mayoría, de los mamíferos aprenden jugando. Si a lo largo de decenas de millones de años se ha mantenido esa fórmula en tantas especies es porque ha sido muy exitosa evolutivamente. En otras palabras: se aprende mejor jugando. Una cría que no juega aprende menos y está más expuesta y menos preparada para vivir, alimentarse, defenderse o relacionarse. Todos los mamíferos somos diferentes y todos los humanos somos diferentes, pero esto parece un factor común.
Pues bien, cuando estás en una edad en la que ya tienes bastante movilidad, tus capacidades para comunicarte y entender al resto están ya en un grado de desarrollo bastante avanzado y puedes tener más independencia para jugar o estar con otros niños, te encierran 5 horas al día, sin dejarte moverte de un pupitre, sin dejarte expresarte ni jugar, callado y atento a un adulto casi todo el tiempo. Esto es un crimen. Esto es joderle la infancia a los niños, además de dificultar su aprendizaje, autonomía, desarrollo personal y relaciones con los demás.
Hay algunas «escuelas libres» que estarán lejos de ser perfectas pero en las que los niños y las niñas hablan cuando lo necesitan, no tienen un temario que tienen que chaparse, no tienen que callar ante una autoridad, toman decisiones en grupo, aprenden a ser ell@s mism@s quienes se controlan y toman responsabilidad en cómo salen las cosas, no se les castiga, se les escucha, se aprende mediante el juego… y cuando tienen que ingresar en instituciones, como otros institutos o la universidad, sus resultados académicos suelen ser más que satisfactorios. ¿Entonces qué excusa hay para maltratar así a alguien?
Las razones creo que son dos, principalmente. Una, la de acostumbrar a la persona a callar y obedecer a una autoridad, sintiéndose culpable al no hacerlo, y a aceptar que si no obedeces mereces un castigo, evitando también que formes coaliciones de base para organizarte sin esa autoridad.
Y dos, la comodidad. Una granja industrial es más fácil de gestionar que una granja no-industrial con el mismo número de animales. Es más cómodo tener a los niños amedrentados, quietos y callados que estar pendiente de que se encuentren a gusto, de escucharlos, de que su interacción con el resto sea positiva… a la vez que aprenden. Mejor te planto aquí a tal hora, te sientas, te callas, obedeces, no rechistas y después devolvemos el bastón de mando a tus progenitores para que te vayas a casa a un régimen similar (y a menudo con «deberes» que has de presentar al día siguiente, ¡a veces curran más l@s niñ@s que sus padres!). También los padres se ven influenciados por esto, ya que ven qué hacen los «expertos en pedagogía y enseñanza» en el cole y consideran que ese es el mejor método: sometimiento y castigo. Y es que es muy útil además ese método si quieres ser negligente con tu hij@ sin que nadie te critique, más bien al contrario. Un niño es «bueno» cuando es obediente, no es «caprichoso» (o sea, se resigna pronto ante la negación de sus intereses) y no es «impertinente» (ay, por dios, ¡qué manía con preguntar por qué! ¡Porque sí, hostia, porque sí, impertinente!).
Encima, el método de la disciplina es pan para hoy y hambre para mañana. Funciona muy bien (no para el niño, claro) de forma inmediata eso de «no hagas eso que te doy/castigo/echo la bronca/porque soy tu madre/padre/profe». Pero eso no hace entender al niño por qué es mejor no hacer x cosa, sólo le enseña a obedecer a una autoridad. Y cuando no hay una autoridad delante no tiene ningún criterio propio y a veces monta un cristo que no veas.
¡Abajo este sistema educativo-carcelario autoritario y castrante! ¡No más inocentes en prisiones!
